domingo, 1 de diciembre de 2013

¿Jugamos a ciegos y lazarillos?

¿Qué pasaría si no ves?, ¿qué pasaría si tienes que pasear?, ¿qué pasaría si te guían?, ¿qué pasaría si aunque tuvieses miedo, vergüenza o agobio no puedes parar?, ¿qué pasaría si te obligan a comer algo que no ves qué es?, ¿qué pasaría si te tapan los ojos, te llevan a la calle, sabes por donde vas pero solo ves en negro?

Pues lo más seguro es que estuvieses en medio de un experimento, eso o te han secuestrado (esperemos que no). Aunque en el fondo si no te fías del que te guía, es más o menos lo mismo. En mi caso, sí me fiaba, era una amiga, una de esas amigas que son de siempre, una de esas con la que compartí casi toda mi infancia, una de esas de las que realmente te fías, si no hubiese ocurrido así, todo hubiese cambiado. Además hay que añadirle que conocía el suelo que pisaba, que aunque no viese iba viendo, tenía todo el camino siempre en mi mente, sabía más o menos cuando llegaba una rampa, cuando había que cruzar, por solo el tacto del suelo con mis zapato sabía situarme, por tan solo la gente de la calle sabía perfectamente donde estaba, y de ese modo perdía un poco la gracia. Al igual que dije en esta entrada de mi otro blog, la mitad de las veces que ando por la calle voy en automático, es decir mi vista prácticamente deja de funcionar, ya que va en otras cosas dictadas por mi cerebro, y son mis oídos y mi tacto los que cumplen casi todas las funciones. Aún viendo, me dirijo por el oído, sé si viene un coche o es una moto o son varias personas, o una sola, si viene con prisa o va despacio, todo eso no lo veo nunca, lo oigo. Creo que eso me ayudó mucho a que no me agobiase y fuese tan normal cuando llevaba los ojos vendados, es más estaba a gusto, en mi mente no había nadie, solo existían sonidos conocidos de mi día a día y un olor a lluvia espléndido. Fue una pena en parte, no poder apreciar el olor a flores que sabía que tenía percibir, pero ese olor a humedad, a tierra mojada, ese olor a charcos ocupaba la atención de toda mi pituitaria.

Me hubiese gustado no saber por donde iba, creo que la experiencia hubiese sido diferente, sin embargo en todo momento iba viendo realmente, porque son caminos que conozco desde pequeña, y que están en  mi lista de automáticos, son lugares que frecuento, y que en ese momento sabía qué ocurría. Supe que en la iglesia había una grúa y que por ello no pudimos rodearla, y por lo que bruscamente tuvimos que retroceder en nuestros pasos, supe que en la plaza de las flores debía olerlas, aunque fui incapaz de ello, era un poco una pena saberlo, pero cuando andas por tu casa no te hace realmente falta observar nada. Es verdad que no me pasó en todo el camino ya que cuando cogimos por el callejón, me desorienté un poco, porque no suelo pasar por ahí, y había un hombre vendiendo que no localicé, esto me llevó a que cuando abrí los ojos, pensé que estábamos un poco más delante, pero por el resto iba viendo con mi mente tan normal.

Al cambiar de posiciones se cambiaba de experimento, ya que tenías que guiar a tu compañero a la vez que observabas a la gente poniendo caras muy muy extrañas. He de reconocer que cierto pudor y vergüenza sí que sentí de ir yendo por la calle en parejas con ciegos a causa de pañuelos, sin embargo fue divertido, íbamos lento, y por una de las calles íbamos con miedo de que nuestro ciego se precipitase a la carretera por culpa de lo estrecha que era la acera. Pronto llegamos al instituto de nuevo, y allí todos tuvimos que cerrar los ojos, y tras extender las manos, comernos lo que nos habían dado. No sabía lo que era. La sensación era extraña porque era algo como una piedra, no muy grande pero parecía duro, aunque no lo sabía. Nos dijeron que lo llevásemos a la boca y lo comiésemos, yo confiaba en que no nos iban a envenenar ni nada así que no opuse resitencia, y cuando mi lengua captó la información del sabor supe que era un fruto seco garrapiñado, no me gustan. No es por odio ni por alergia, es que los frutos secos no son mi gran pasión en la vida, aunque el caramelo que lo recubre está bueno, el problema es el interior. Y como no sabía si era cacahuete, almendra, nuez, o yoquesé, pues impaciente por descubrirlo la mordí. ¿Para qué hiciste aquello? ¡¡Con lo bueno que está el caramelo y no te lo acabaste entero!!. Efectivamente, un sabor a cacahuete invadió mi paladar, ODIO LOS CACAHUETES, mi cara debió ser épica, porque como no veía nada, mi expresión no se contuvo. Me lo comí a pesar del sabor, porque claro, no era plan de hacer el feo, sin embargo es un sabor que permanece, que no se va, del que tienes que aguantar, por culpa de esos pequeños trocitos que se guardan entre los dientes. Hombre, para experimentar estuvo bien, porque estuve centrada en el sabor hasta que desayuné en el recreo, y tampoco es que me fuese a morir, ya que como he dicho, no me dan reacción alérgica.

Así que concluyendo y junto con mi experimento del otro día, fue muy divertido, tanto ser guiada como guiar, y comprobé que sin oídos por la calle no soy nada pero sin mi vista un pelín me podría guiar (digo yo, eso sería para verme, aunque quien sabe si  no haré ese experimento algún día), también comprobé que es peor ver las caras de la gente que suponer que te están mirando, y por consiguiente paso más vergüenza cuando no soy yo la que va por la calle haciéndose la ciega.
Por lo que repetiría esta experiencia sin dudarlo, y cualquier otra ya que en el fondo me lo paso genial en la mayoría de ellas, por no generalizar y decir todas. :D

viernes, 29 de noviembre de 2013

Programa de radio

El otro día tuvimos que hacer un programa de radio en el cual hablaramos de las diferencias entre el cerebro masuclino y el femenino respecto de las hormonas, esperamos, las tres carmelas que os guste :D

Cerebro Masculino y Femenino -Las Tres Carmelas



martes, 26 de noviembre de 2013

¿Realidad, eso que es?

¿Os digo un secreto? Somos huecos

Si hay una cosa que me fascina, que he querido entender y que en parte he llegado a asimilar, es esa que impactó en primera instancia pero que sin embargo dicen como si tan normal. Es esa en la que tu profesora, tu profesor, tu padre, tu madre, un libro, cualquiera te suelta sin más, es ese típico "estamos hechos de átomos" que deja en shock a cualquiera, es ese "somos más vacío que materia"  que no consigues alcanzar. Es todo eso que rompe tus estructuras de que una silla es una silla y una mesa una mesa, no señores, ahora todo son átomos y todo es nada.

En un principio cuesta, pero poco a poco lo vas comprendiendo, aunque no lo crees, claro, porque no los ves, entonces llega ese día en el que con un microscopio observas el ala de una mosca, las antenas de un mosquito, la pata por la que circula la sangre de una araña minúscula, y ese día alucinas. Ese día compruebas las cosas que pierdes por la capacidad de tu ojo. Llega el día que ves un globo romperse a cámara lenta, que ves los efectos ralentizados de disparar a una manzana. Y ese día compruebas lo que te pierdes por la rapidez de las cosas. Y así día tras día vas observando como las cosas no son como parecen a primera vista, las cosas son muy diferentes dependiendo del aumento y velocidad que tengan, dependen de muchas. Y llega el día en el que ves en un ordenador una imagen mandada desde el microscopio electrónico y ves lo que serían los átomos, y como los ves, pues comienzas a pensar que quizás no sea tan tonto creer en ellos.

Pero claro, ¿quien es capaz de decir que todo está lleno de nada? Si todo es nada, si la materia del universo completo se puede unir en un guisante, ¿qué es lo que tocamos? ¿qué es lo que vemos?
Entonces llega esa pregunta mágica, ¿pero qué es lo que ves mas que luz reflejada?, ¿pero qué es tocar mas sentir las repulsiones electrostáticas entre los electrones de tu dedo y otro objeto?

Y ahí quedas en shock de nuevo, nunca habías pensado en eso, en esa pregunta que sabes que lleva trampa, es pregunta que tan solo cuestiona si realmente estas pisando el suelo cuando te mantienes en pie. En un primer momento tu mente te dice que si, pero esos mínimos conocimientos de física y química te hacen pararte a dudar, pararte a cuestionar la cosa más común del mundo, a algo que hacemos continuamente, pararte a pensar en como andamos, en como cogemos cosas, en como escribimos, la manera en la que sujetamos el bolígrafo, en la manera en la que la tinta se queda en el papel. Y aumentando mentalmente todas las cosas llegas a ver que no, que nada se toca en verdad, que los átomos mantienen su espacio, y aparece otra duda, ¿pero por qué?

Y llegas a la respuesta, tras investigar, o porque te la cuentan, y es que tocar no es más que sentir que aquello a lo que te acercas te está repeliendo, cual polos iguales de dos imanes. Es descubrir que en el fondo todo aquello que tocas, no lo tocas sino que ejerce una fuerza de repulsión que te hace sentirlo. En un principio puede carecer de sentido, pero al coger dos imanes e intentar unirlos  por los polos iguales, llega un momento en el que sientes como si hubiese algo en medio que te lo impidiese, y eso no es más que repulsión, al igual que cuando pisas el suelo, o cuando alzas un cuaderno, todo no es más que electricidad provocada por los electrones de los átomos que componen todo.

Así que la realidad es eso extraño que sutilmente vemos, es eso que  nos rodea, que está plagado de matemáticas, y que por mucho que intentamos, no conocemos. Según mi opinión creo que es tan inmenso que toda una vida no sería suficiente para comprenderlo, y la cuestión no solo reside en eso, sino que aún no se conoce del todo, estamos en proceso, pero sin embargo es algo tan alucinante el comprobar que puedes saber con pequeños datos dónde caerá una piedra, cuantos años tiene un planeta, la energía que se necesitará para subir a tu estantería una carpeta.... Es tan alucinante saber que si se comprimiese todo el universo en solo materia quedaría del tamaño de un guisante, descubrir que el universo se expande día a día, que la Luna no se cae hacia la Tierra y que su explicación es porque cae continuamente. Es tan interesante comprobar que las masas de los cuerpos no tienen nada que ver con cuál de ellos tocará antes el suelo y saber que realmente nunca llegarán a estar en contacto con él, que la fuerza de atracción de un cuerpo tan solo depende de la altura a la que se encuentre...

Son tantas cosas las que me alucinan y las que aún me quedan por aprender, que no pasa un día en el que no desee saberlo todo, pero a la vez querer ir descubriéndolo poco a poco, no pasan las horas en las que no me cuestione cosas, no pasa ni un solo minuto en el que dude que lo que realmente me interesa es la física, y que necesito urgentemente estudiarla para comprender un poco más el porqué de las cosas, e intentar avanzar en las investigaciones que hoy en día se asumen como teorías, para conseguir, quien sabe, que algún día se llegue a saber un poco más de cerca que es eso a lo que llamamos realidad.


[Aquí os dejo unos cuantos vídeos que grabé ya hace un tiempo con mi microscopio y uno de cosas a cámara lenta, espero que os alucinen al menos un tercio de lo que a mí.] 














jueves, 14 de noviembre de 2013

Más recuerdos que vergüenzas

Si hay una cosa que hecho de menos en el instituto, es el uniforme.

Esa prenda de vestir que costaba más que un ojo de la cara pero que te solucionaba los pequeños inconvenientes de por la mañana, eso es el uniforme.
No hay dudas de "eso ya me lo puse ayer", "esto no pega", "Mierda ayer eché a lavar lo que hoy quería ponerme", y millones de cosas más, problemas que nuestra parte coqueta nos obliga a plantearnos, y que no podemos remediar. Porque sí, TODOS nos ponemos lo primero que pillamos, pero es mentira, porque antes de eso primero que pillamos ya hemos pillado otras prendas que por el estado de ánimo no nos quedaban bien. Con el uniforme se acaban las dudas existenciales de los días del periodo, de los días en los que estás enfermo y nada te sienta bien a la vista de ese momento, eso se elimina, por narices te tienes que poner esa falda, esos pantalones, ese polito, camiseta, o ese jersey, no hay discusión, no importa que te queden como un saco de patatas porque a todo el mundo le sientan igual, no se cuestiona el que si es feo, hortera, si pica o si no te apetece ponértelo, porque no hay otra opción.

Por una parte parece todo muy de cuentos de hadas, pero no siempre es así, a parte de que se pasan con los precios, los diseñadores de estos parece que les gusta la incomodidad, o quizás nunca se lo han probado, porque si una cosa les pasa a estas prendas es que no le sientan bien a nadie, y cuando digo nadie es NADIE. Yo en este aspecto voy a hablar de chicas, ya que a pesar de que nos queramos quitar la etiqueta es imposible ya que lo vamos marcando sin querer, y es verdad que nos preocupamos más de como vamos que los chicos, por lo tanto, y a pesar de que para todo hay excepciones así como tejer y crujir, hervir, servir y vivir, yo voy a generalizar y con eso me equivocaré pero en este momento es lo más oportuno.

Por lo tanto podemos clasificar a la gente en grupos, siempre está la típica que le da cienmil vueltas al pantalón y va marcando bien todos los pliegues de su figura, la que está creciendo y lleva la camiseta por las rodillas, la que está rellenita y deja claro que la ropa está hecha para delgadas, la que está delgada y muestra como la ropa está hecha para gordas (ya que todo le queda saco de patatas), la que está normal y demuestra que las dos anteriores estaban erróneas y la ropa no está hecha para nadie, la que es muy presumida y lleva complementos o prendas que no pertenecen al uniforme en sí, la que tiene una madre en el colegio y lleva el polito por dentro, la que despistada, lleva la camiseta del revés (también muy comúnmente dado en chicos), la que odia las medias y lleva calcetines hasta nevando, la friolera que llevaría el jersey hasta en agosto si hubiese clase, la hermana de familia numerosa, que lleva el polito descolorido, grisáceo, muy muy sobado tras haber sido heredado de hermana a hermana. Y así me podría tirar toda la entrada pero realmente quien ha llevado uniforme ya las sabe y quien no nunca lo comprenderá.

De ese modo, año tras año desde que entras en primaria y a veces desde incluso antes te acostumbras a día tras día levantarte, no pensar nada, tan solo recordar si ese día tienes educación física o no para ponerte en todo caso el chándal, y así te vuelves vago, te queda fatal, pero no te importa, ya que nadie va bien vestido con un uniforme. Y esa costumbre llega un día, que es parte de ti, ya no concibes las clases en ropa de calle, al igual que dormir con vestido de gala. Es algo totalmente extraño para ti, ya que no conoces otra cosa, y a pesar de que puede que tengas amigos que no lo tienen, para ti esa experiencia no está grabada en tu memoria. Pero eso no dura para siempre, llega un momento, secundaria, o como es mi caso Bachillerato, que tienes que cambiar de centro, tienes que despedirte de todas las reglas a las que estás acostumbrada, y con ello asumir que a partir de ese instante el uniforme solo será un recuerdo del pasado,  a partir de ese instante debes convertirte en diseñadora y decidir, ver qué te queda mejor y qué no quieres llevar, a partir de ese instante tu ropa será una pequeña marca que determinará tu personalidad, que en parte reflejará lo que eres cuando llegues a ese nuevo lugar. A partir de entonces, te juzgarán de primera manera por tu forma de vestir, de combinar, habrá gente que sepa qué llevabas tal día que era super-hortera, qué te faltaba ese otro que hacía parecer un mendigo, a partir de entonces empezarán a contar los días que llevas cierto pantalón, cierta sudadera, e inconscientemente tú te volverás parte de ese juicio de formas de vestir.

Esto no implica que esté en contra de ir vestidos como nos dé la gana, es más lo veo una manera de arte, de reflejar tu verdadero yo en ti, de empezar a definir correctamente tu personalidad, sin embargo sí que culpo la maldad de cierta gente, de todos en general, de en lo que eso nos convierte, de volvernos máquinas estilistas que opinan de lo que llevan los demás. Y creo que es eso mismo lo que nos hace preocuparnos tanto de lo que llevamos nosotros ya que el ladrón cree que todos son de su misma condición y se olvida que a cada persona le interesan o se fija e diferentes cosas.

De esa manera recuerdo mi llegada al instituto, la recuerdo rara, era extraño estar en otro lugar que no fuese aquel edificio de al lado donde había crecido, donde me había criado, era extraño no vestir como vestía siempre, compartir la clase con otra gente, y ese recuerdo de mis primeras semanas en Bachillerato fueron las que me hicieron en cierto modo decidir que un día iba a ir vestida como siempre. Ya se me había quitado la costumbre pero no pasaba nada por recordar lo que era antes y lo que se sentía yendo diferente, yendo al instituto con el uniforme del colegio de al lado.

En un principio puede parecer que es un disfraz que da poca vergüenza ya que es lo que has vestido desde siempre, he de decir que yo también lo pensé, pero el problema se haya en la ausencia de disfraces en mi casa. Cuando era pequeña, mis hermanas y yo pasábamos todo el año disfrazadas, recuerdo que íbamos al parque, a cumpleaños, a cualquier lado vestidas de princesas, de bailarinas, de novias, de Robin Hood, de sirvientas, de hadas, de cualquier disfraz que tuviésemos y que como niñas que éramos nos encantaban. Recuerdo llegar de clase, quitarme el uniforme y ponerme mi precioso traje de princesa rosa que tenía, un maravilloso vestido que me hacía sentir la marquesa de la casa, en esos momentos era la más importante del universo, y era feliz. También marcó mi infancia el curioso detalle de que carnavales no era un periodo de tiempo especial en el que nos disfrazábamos, ya que los disfraces existían para nosotras todo el año entero y por lo tanto no tenía nada de llamativo. De todos modos mi familia nunca ha sido demasiado carnavalera y quizás es por eso por lo que actualmente sigo sin celebrar exceso el carnaval y de ahí la explicación a mi ausencia de disfraces.

Por lo tanto, entre mi infancia y los cursos de teatro en los que he estado, y las obras en las que he actuado, disfrazarme no es algo que me marque vergonzosamente, es más cuando me suelo disfrazar, me meto en el papel de mi disfraz al completo, dejo de ser yo y aparece el personaje del que voy vestida. Sin embargo para ir a clase, eso no lo podía exprimir al máximo y como encima no tenía nada que ponerme, decidí agregar otro aspecto más al acto de ir disfrazada a clase.
De esa manera se me ocurrió ponerme de nuevo mi uniforme, y a pesar de ciertos comentarios que me dijeron que eso no era un disfraz propiamente dicho y que con eso no pasaba vergüenza, lo experimenté a mi manera. Para seguir un poco el juego, me puse dos trencitas con lazos a juego con la falda, lo cual para mi punto de vista me hacían parecer una colegiala tonta y era un tanto ridículo.

Así que tras robarle la falda, los zapatos, los calcetines, el polito y el jersey a mi hermana me vestí de colegiala y me dirigí al instituto. Como me suele ocurrir, lo que opinan las personas ajenas a mí, aquellas a las que veo por primera vez, como que me importa más bien poco, sin embargo, la sensación de ver mirándome extraño y sin saber por qué voy aún con uniforme al colegio cuando el día anterior vestía normal de la gente que conozco o al menos con la que me cruzo cada día era lo que más me cortaba. Así me pasó con mis vecinos, y con la gente que realmente iba con el uniforme ya que aun van al colegio que recorrían el mismo camino que yo. Fue demasiado extraño pasarme de largo las Carmelitas llevando su uniforme puesto, y más extraño entrar en el instituto con esas pintas. Y así me pasó lo que me pasó, que con dos trencitas y falda de tablas, Clavero, en plan cachondeo, no me dejaba entrar, ya que decía que ese instituto era para secundaria y bachillerato, no para primaria.

La manera de llevarlo en clase fue extraña, ya que yo misma no me podía tomar en serio cuando afirmaba algo en clase, o preguntaba, ya que era como si no fuese yo y tan solo me redujera al uniforme y al peinado que llevaba puesto. Si tuviese que decir que empezar las clases era más complicado por llevar disfraz que después de un rato, creo que no estaría siendo del todo sincera, ya que para mí, mi yo estaba reducido a nada debido a mis pintas, y cada vez que me tocaba el pelo me recordaba como iba, así que en casi ningún momento olvidé que me encontraba en el centro de un experimento. También ayudaban a esto los curiosos, que por los pasillos te miraban fijamente, comentaban y se quedaban parados un rato, aunque sin embargo, puede decirse que no es que me diese vergüenza ya que en el fondo creo que es una actividad a la que te acostumbras. Sí, es verdad que te interesas por los disfraces a cada cual más curioso pero el aspecto de que todos sepan porqué vas así, y que cada día haya dos o tres como tú creo que hace que pierda realmente la magia de la vergüenza.

Así que realmente creo que me hubiese disfrazado como me hubiese disfrazado no hubiese pasado más vergüenza que el dichoso día en el que paseando con MJ sacó un zapato de tacón de su caja y se puso a hablar por teléfono con él. Creo que no hubiese pasado más vergüenza que aquel día en el que Iván me rompió una chancla en medio de Cádiz e iba sonando a causa de ir suelta y se les ocurrió la maravillosa idea de ir componiendo una canción a medida que mi chancla rota marcaba el ritmo. Creo que no hubiese pasado más vergüenza que el día que expuse en clase con Desi nuestro vídeo de Lengua en el cual actuábamos un fragmento de Los tres sombreros de Copa de Miguel de Mihura, al igual que cuando expusimos nuestro programa de radio el otro día en psicología en el cual nuestros anuncios estaban distorsionados.

De este modo creo que concluyendo, lo que más vergüenza me da no es actuar ni disfrazarme, sino después de eso, verme disfrazada, verme actuando o ver a alguien haciendo completamente el ridículo, por lo que en cierto modo creo que podría decir que lo que más vergüenza me da es la vergüenza ajena. Por lo que creo que ir con alguien disfrazado al lado, me daría más vergüenza que ser yo la disfrazada, ya que al otro lo veo, pero yo, sin un espejo soy la misma y "voy igual".

Así que esta experiencia me ha dado la oportunidad de recordar mi pasado, tanto como cuando llevaba uniforme como mi experiencia disfrazándome, me ha recordado lo bien que me lo pasaba cuando era pequeña, y las cosas que nos perdemos en el momento en el que le decimos a nuestra madre por primera vez "Pero mamá si eso es super-feo para ponérmelo, déjame vestirme como quiero" porque creo que en ese momento, en ese instante donde ya nos importa como nos ven los demás es cuando comienza nuestro gran problema del NoSéQuéPonerme aun teniendo un armario lleno. Así que niños de ahora, disfrutar de vuestra inocencia, disfrutar de la inocencia de los demás, porque no dura mucho y en esa época, pasase lo que pasase, siempre te lo pasabas bien.


Nuestra vida no es más que una obra de teatro donde cada uno
actuamos según nuestro rol marcado por los otros.





miércoles, 25 de septiembre de 2013

Nuevo? Antiguo?

Año nuevo vida nueva, o eso dicen.
Así que bueno que menos que lavarnos la cara un poquito y emprender con ganas el nuevo curso, y para ello que mejor que un nuevo look y ganas de continuarlo?
Espero que siga todo tan genial como el año pasado y
Suerte :)

miércoles, 12 de junio de 2013

La política Hobbes y Rousseau (opinión personal)

Desde mi punto de vista, creo que Hobbes tiene mucha razón, y aunque en ocasiones parezca un tanto pesimista, pienso que los hombres tienen un gran instinto de supervivencia y de dominio a los demás. Yo sinceramente pienso, que es ese primer instinto de supervivencia el que crea al segundo, ya que si dominas a los demás tienes más posibilidades de salir mejor parado., por el contrario si eres inferior serás perjudicado por el que manda. Sin embargo, en este aspecto, Rousseau también tiene gran parte de razón al decir que la propiedad privada nos corrompe a causa de que no hay suficiente para todos, y eso causa la guerra. Pero por otro lado, el ideal que este propone, es decir el estado de naturaleza, creo que no funcionaría, ya que por lo que he dicho anteriormente creo que llegaría alguien deseando ser el más poderoso y los problemas planteados por Hobbes comenzarían.

Está claro que como solución y un poco como consecuencia aparece el estado, porque en caso contrario jamás se hubiera inventado y como dicen ambos filósofos es un contrato social decidido por todos. Sin embargo, cada uno tiene una visión muy diferente de lo que Estado significa, o más bien de lo que hace. En este caso estaría más de parte de Rousseau cuando dice que le estado debe solo gestionar y proteger la propiedad privada pero que no se queda con el poder que con la idea de Hobbes el cual le delega el poder a una sola persona. Sinceramente creo que en ese caso al cabo de un tiempo acabaría el pacto ya que ese instinto de supervivencia (como he explicado anteriormente) no podría soportarlo tal cual.

En conclusión, creo que los hombres por naturaleza tienen la necesidad y el instinto de sobrevivir y de hacerlo con la máxima calidad posible, por ello, todo lo que puede hacer que esto peligre es motivo de guerra para dominarlo o eliminarlo lo que conlleva a crear una necesidad por superar al resto. Como esto es imposible, se decide hacer el estado que gestiona los recursos de manera que la mayoría sobrevivan del mejor modo. Aunque claro.. ese instinto sigue presente y los que tienen mayor capacidad de cambiar las cosas pues las hacen en su beneficio por lo que la práctica no resulta igual que la teoría.

Así sería como Hobbes entiende el estado.




viernes, 7 de junio de 2013

El placer de sentir la nada

Hay ocasiones en las que te pasan cosas y no te paras a pensar en que emoción, que sensación te producen, y mucho menos cuando tampoco quieres que te emitan ningún sentimiento. Sin embargo, hay ciertos momentos en los que te tienes que parar a pensar y te preguntan qué es lo que te gusta, y no sabes, no sabes que es lo que te gusta. Yo desde siempre he pensado que los sentimientos malos son en cierta parte los mejores. Por un lado, creo que para los poetas y para escribir son los que te dotan de mayor inspiración, pienso que en el fondo es un poco una pena, pero (al menos para mí) me resulta mucho mas sencillo describir algo malo como el miedo, la tristeza, que por ejemplo describir que es la alegría. Eso que me pierdo, pero creo que cuando estas bien lo disfrutas sea como sea, mientras que si estas mal y te pones a pensar en lo que sientes, en como te encuentras e intentas plasmarlo en un papel, en letras, palabras o dibujos, es como que en cierta parte se evapora, se difumina, y al ver tu trabajo y lo bien que te ha quedado, una pequeña sonrisa crece en tu interior. Por ello es por lo que creo que sé más cosas que no me gustan que las que me gustan en sí, pero sin embargo este trabajo tenía que ser de cosas que te gustan mucho mucho, cosas que en cierta manera te crean placer, y en ese momento me bloqueé.

Estaba bloqueada no sabía que hacer y me empezaba a encontrar mal y triste, por lo que escribí una entrada para mí, solo para mí y para nadie más, solo quería que fuese esa inspiración para escribir y que esa felicidad interna naciese al acabarla, y en el fondo así fue. Después se la dejé leer a unas
cuantas personas que en el fondo son como parte de mí, tienen algo que no todos tienen y al poseer mi confianza pensé que debían leerlo. Y tras eso metafóricamente la quemé. Así que ya con esa sonrisa por un trabajo bien hecho me encaminé a buscar que es lo que realmente me gusta hacer. Pensaba y pensaba y había muchas actividades que me gustan, pero ninguna me convencía lo suficiente como para escribir una entrada de placer, eran tales como dibujar, escribir, nadar, leer... Así que por un momento pensé que no había nada en este mundo que me gustase tanto como para escribir una entrada de ello, pero esa cosa que tiene la casualidad de aparecer en los momentos más oportunos hizo su efecto.

El otro día vi un puzzle en una tienda y era perfecto para mi cuarto así que me lo compré, lo abrí y empecé a montarlo. Al igual que he hecho siempre con todos mis puzzles, primero busco los bordes, esas piezas que tienen un lado sin saliente ni hueco, las separo del resto, y las monto. Una tras una y poquito a poco, una vez hecho el marco empiezo a separar por colores, y otra vez, con paciencia los voy uniendo. Cuando me equivoco no encajan, pero una parte de mí dice que tienen que ir juntas, sin embargo descubro que hay otra ficha casi igual, que al colocarla, como si fuesen imanes de polos opuestos se juntan y sé que jamás las deberé separar. En definitiva, me puedo llevar un buen rato, por no decir muchas muchas horas entretenida buscando, mirando, comprobando y colocando las miles de piezas que tiene ese nuevo acertijo. Sin duda, uno de esos días, mientras pensaba colocando piezas en su orden correcto, supe que es lo que más me gusta de este mundo y que es lo que en cierta manera me da placer.

Puede parecer un tanto raro, diferente, de loca y millones de cosas, pero sin duda si es así será porque yo soy un poco rara diferente y loca, y no me importa porque mientras yo lo disfrute que los demás se aguanten. Pero sí, estrujarme la cabeza es lo que me encanta, en lo que derrocharía toda mi vida, en pensar. Sin duda cuando no tengo nada que hacer me amargo, no puedo ver pasar las horas sin hacer algo "productivo", necesito que mi cabeza dé vueltas, que tenga algo en lo que pensar, que esté funcionando hasta que me salga humo por las orejas. Me encanta. Es sin duda una sensación que me da seguridad y me siento que sirvo para algo, que he hecho algo, ya sea cualquier cosa menos mirar al techo y no funcionar. Descubrí que dibujo, leo, escribo o incluso hago un puzzle para que mi mente pueda hacer algo, esté funcionando, estrujándose cual mandarina en un exprimidor, y sin duda es lo mejor, y más aún cuando ya me siento tan saturada, cuando tengo esa sensación de que si me dicen de sumar dos más dos voy a decir cinco y entonces solo puedo desahogarme saturando mi cuerpo de ejercicio. No me sirve dejarlo todo y no hacer nada, porque en el fondo odio no tener nada que hacer, es como no servir, y decido ir a nadar, a cansar mi cuerpo al igual que mi mente y llega el momento de mayor placer cuando estoy esforzándome al máximo, con la cabeza saturada de sumas, restas, multiplicaciones, letras, palabras, actos, momentos del día, de todo, cuando siento que mi cabeza va a explotar y mientras, yo, nado y nado, y llega un momento, el mejor momento, en el que mi cabeza, sin saber exactamente el porqué se vacía.

No es un vacío de inutilidad, no, es como que ya no puede pensar más y se reinicia y me encuentro todo vacío, cansado de estar al límite, pero vacío, es como si estuviese dado de sí, por lo que es más grande pero ausente de todo, y sin duda en ese instante siento que puedo con todo, que nada importa, siento la misma sonrisa interna que cuando tengo mi trabajo bien hecho, es placer, felicidad. Yo lo llamo el placer de estar completamente saturado, porque estás en un estado de cansancio de mente y de cuerpo y esa mezcla en ese orden renueva, te da poder, fuerza y valentía, te lo da todo y de manera sencilla, por lo que me encanta. Me encanta cargar mi mente de cosas y llevármelas a la piscina, para nadar y dejarlas disueltas en el agua. Me encanta llevarme miles de problemas, preocupaciones porque cuando estoy saturada mentalmente y me auto-saturo físicamente puedo notar la nada, el vacío, como si me encontrara en el espacio flotando sin gravedad en mitad de la oscuridad de las galaxias, y sin duda de eso es de lo que más disfruto, y sin duda eso sí que se merecía esta entrada.  




domingo, 26 de mayo de 2013

Clase callejera; En busca de un país en el que el beneficio es para todos.

En España como en la mayoría de los países, la democracia está instituida desde hace tiempo. Sin embargo, quizás los resultados prácticos no son tan perfectos como deberían. Estos últimos años en España estamos sufriendo una crisis iniciada por la corrupción de los altos cargos a los que le delegamos el poder y tal y como está planteada nuestra democracia el pueblo no podemos hacer nada que sirva al respecto.
Para comparar y contrastar nos centramos en la política democrática de Suiza, un país que no vive en crisis y que al parecer mantiene una democracia mucho más participativa que la nuestra.

El primer aspecto que nos llama mucho la atención es el concepto que tienen de política. Para el 95% de los que se dedican a ello no es más que un simple hobbie, es decir que a parte de ser concejal o político de bajo cargo tienen su propia profesión con la que se ganan la vida. Tan solo aquellos altos cargos así como ministros pueden ganarse la vida de la política, para el resto más que una profesión es una vocación.

Otro aspecto que denota por su diferencia es la incapacidad de planear ser presidente por es mero hecho de llevarte bien con ciertos cargos de tu partido. Es decir, en Suiza a la hora de votar no se vota a un partido sino a las personas que quieres que sean tus representantes. Eso se llama listas abiertas, y en ellas tachas a los políticos que no quieres e introduces los nombres de aquellos que quieres que salgan, de ese modo puedes votar a la gente que crees que mejor te va a representar aunque sean de partidos totalmente diferentes. De ese modo se obtiene una política “a la carta” y no a modo de “menú”.

Pero a pesar de todo, esto no va mucho más allá de lo que tenemos aquí donde se vota y el pueblo pasa
a ser un clínex que se tira y no se le hace caso. Por el contrario, en Suiza, los ciudadanos continuamente pueden participar en las decisiones que se toman de manera que si sale una ley que no se quiere, se pueden recoger un numero de firmas y se organiza un referéndum, donde se vota con un sí o un no a lo planteado. Ya con el solo hecho de que se pueda hacer un referéndum, los políticos intentan reformar la laye de manera que sea lo más aceptada por la gente. Así que aunque parezca extraño, los partidos de derechas e izquierdas cooperan continuamente por el bien de todo el mundo y no solo por el de su bolsillo. De este modo se consigue que aunque a veces se cometan equivocaciones el pueblo las tomo también como fallos propios y no fallos que han hecho aquellos a los que les han tenido que delegar el poder.
 
Sin embargo, no sería tan sencillo pasar eso tal y como es en suiza a aquí ya que muchos saldrían perjudicados y además de todo ese sistema también puede ocasionar ciertas anomalías como:

~ La influencia del pueblo con fines de beneficios no colectivos.
~ El perjuicio de las minorías.
~ Y el problema de las listas abiertas es que solo aquellos políticos con amplio acceso a la comunicación pueden darse a conocer a los ciudadanos, por lo que es imposible saber cuales de todos los políticos son los que mejor pueden representarte, por lo que en zonas más reducidas como alcaldías o en todo caso como comunidades autónomas es más sencillo, pero la expansión de España hace que sea muy complicado y poco resolutivo lo de las listas abiertas

Pero a pesar de que nuestra democracia no es tan participativa, el problema que tenemos actualmente va más allá de la forma de votar y de los referéndums. Nuestro problema ha llegado a un límite de casi ninguna solución, ya que a la constitución, que es lo más importante que tenemos, no se le hace ni caso, se violan sus reglas continuamente y es más un adorno que un documento importante. España desde hace muchos años lleva dividida en dos bandos y ese es el primer problema de todo, que cuando un bando hace algo, el otro lo deshace y es una continua lucha entre unos y otros sin buscar el beneficio de todos. Y eso ocurre ya que tal como está todo ahora mismo la economía es la que manda y si se hace algo para cambiar las tornas alguien va a salir perjudicado y como los que saldrían perjudicados son los que deciden si se cambian las cosas o no, pues todo sigue siempre igual.
El pueblo en muchas ocasiones se enfada con razón y hace huelgas, pero desgraciadamente esto no sirve de nada, tan solo para que el gobierno se ahorre el sueldo de unos cuantos que faltaron al trabajo esos días. 

Los políticos hacen oídos sordos al pueblo, ya que al tener ellos el poder pueden hacer lo que se les apetezca y en muchas ocasiones en vez de representar al pueblo lo mal representan. Eso lo único que
causa es un habiente de violencia causado por la injusticia y por la sensación de tener que acarrear con las consecuencias de actos que han hecho otros. La única y posible solución que se podría plantear sería hacer una reforma fiscal otorgando más dinero a educación y sanidad, el problema es que actualmente España esta llena de dinero negro y como consecuencia los impuestos no se pagan como se debería. El más rico paga menos ya que la mayoría de sus bienes los tiene debajo de la almohada y en cambo el pobre y honrado trabajador de a pie que declara todo en hacienda es el que paga lo que otros debería hacer.

Hemos llegado a una situación en la que la única solución es sacar todos los trapos sucios que hay guardados, y cambiar completamente la mentalidad que ya tenemos bien colocada de la ley del mínimo esfuerzo y del dinero que crece de los árboles, porque realmente no hay una maquinita que hace dinero infinito para que todos seamos ricos, sino que se requiere esfuerzo y levantarse del sofá, dejar el
fútbol, el sálvame, las telenovelas, y todas esas cosas que nos pegan al televisor. Hay que levantarse y luchar por el bien común por el beneficio de todos aunque sea menor que el que consigues si solo luchas por el de tu ombligo. Porque si seguimos sentado en el sofá pasando de de todo, la pasividad del ciudadano se convierte en la pasividad del conjunto, y eso es lo que nos pasa, que nos hemos vuelto un país que queremos conseguir dinero con el simple hecho de mantenernos sentados en el sofá comiendo pipas y mirando programas de deportes y cotilleos.


domingo, 3 de marzo de 2013

¿Qué fue antes el huevo o la gallina?

Esta duda envuelve a todo ser humano a lo largo de su vida, pero no esta esencialmente, sino esta misma plasmada en el ámbito cerebro-mente.
¿Qué tiene mayor influencia la mente sobre el cerebro o al contrario?
Durante miles de años, desde antes del inicio de nuestro calendario hacia delante, es decir, desde los años a los que se le suma el típico "antes de Cristo", desde aquellos momentos, en Grecia, mucho antes, los chamanes tibetanos, en el centro de Asia, ya se planteaban esta duda, la duda de qué es lo que nos diferencia, y si somos un todo o cierta parte de nosotros se aleja del mundo real. . .
Todas estas teorías forman una corriente filosófica, el Puritanismo, que aseguraba la importancia del alma frente al cuerpo. De esta manera surge el dualismo, que frente a la pregunta antes planteada, claramente y sin duda alguna aseguraría que la mente (el alma) es primero y más importante que el cerebro (cuerpo). Aparece también el monismo que dice que ambos cerebro y mente son lo mismo por lo que le dan mayor importancia al cerebro que a la mente, ya que aseguran que lo segundo se debe totalmente a conexiones y actividad del cerebro. Por lo tanto fijándonos en ambas corrientes lo único que podemos de deducir es que no hay solución a esta paradoja o decantarnos por alguna. . .

Yo sinceramente pienso que no solo somos cerebro, aunque a veces hay ciertas cosas que hacen parecer que todo se limita a eso, pero aún así, soy incapaz de pensar que todo lo que pienso, hago, decido, y siento se basa en un intercambio de electricidad y productos químicos entre neuronas.
Creo que tanto mente como cerebro son dos cosas muy relacionadas entre sí, que se influyen mutuamente pero que no son lo mismo, no creo que se puedan reducir una en la otra. Por una parte se sabe que el cerebro afecta a la mente en el sentido de que si, por ejemplo, se consumen drogas, estas bloquean ciertas actividades cerebrales que posteriormente influyen en el pensamiento.
Sin embargo, la mente influye más de lo que creemos en nuestra vida, y en el moldeado del cerebro. Aunque no lo creamos somos capaces de controlarnos, y de manejar ciertas situaciones guiándolas de la manera que mejor nos convenga. Pero requiere cierta práctica.

Confío mucho en la capacidad de autoconvicción y que es un factor fundamental para poder controlar ciertas cosas del cerebro. Además me gusta experimentar conmigo misma y observar la capacidad que tengo para poder convencerme de algo que sé que es falso. Los momentos de aburrimiento son los mejores para practicar y matar el tiempo de ese modo resulta (al menos para mi gusto) divertido.
Empecé hace ya un tiempo, me imagino que fue en una tarde de aburrimiento, y lo más seguro que de verano. Odio el calor. Sé que fue esa prueba que me hice a mí misma, autoconvencerme de que no hacía calor, de que estaba a gusto, e incluso que ciertas brisas de aire frío recorrían mi habitación. Sería mentira decir que fue fácil, no lo fue, necesité ayudarme generando escalofríos que recorrieran mi cuerpo, recordar esa sensación de frescor que eriza los pequeños pelitos del brazo y concentrarme en sentirla a pesar de estar rodeada de una temperatura superior a los treinta grados centígrados.
Poco a poco, con paciencia y sobretodo con práctica se consigue. En ningún momento he dicho que la sensación de calor se iba completamente, pero sí pasé de tener un calor insoportable a sentirme a gusto y sin demasiado sofoco. Esto también me sirvió para el frío del invierno al que ya fácilmente (debido a la práctica) controlé y ahora soy "inmune" en cierta manera a sentirme incómoda debido al frío o al calor.

Quizás estoy loca, quizás es solo una imaginación, o quizás realmente funciona, pero me da igual cual de las tres es la verdadera, lo que sé es que convenciéndome a mi misma soy capaz de soportar el frío y el calor, mientras que otros tienen que taparse con millones de mantas en invierno o bañarse en hielo en el verano. Por ahora me funciona con la temperatura y con más cosas, con el estado de ánimo, alguna vez lo he conseguido con el dolor, y creo que con la debida práctica con todo.

Si tuviese que dar una respuesta a la pregunta diría que ambas son a la vez, es decir, que la mente y el cerebro tienen exactamente LA MISMA capacidad de influir una sobre la otra y que ambas se complementan formando un circulo vicioso de nunca acabar: el cerebro afecta a la mente, que a su vez controla al cerebro que este cambia la mente. . . y así gira uno en torno a otro. Sin embargo no tenemos la mente suficientemente desarrollada para actuar sobre el cerebro, pero con la debida práctica pienso que se puede conseguir, y eso explicaría que la mayoría de las veces sea el cerebro el que dicte el comportamiento.

Como ya he mencionado anteriormente, pienso que son dos y no solo cerebro, ya que me parece un tanto ilógico pensar que el cerebro y ciertas sustancias que segrega él mismo se prueben a sí mismo para saber si puede ser modificado creando otras sustancias que lo modifiquen que se den cuenta de que ha sido cambiado y un lío tremendo que no sé exactamente como explicar. Por lo que creo que hay dos cosas que trabajan a la par y que si una no existe la otra tampoco puede funcionar.

De ese modo si no hay cerebro no puede vivir la mente y si no hay mente el cerebro no vive. 

domingo, 24 de febrero de 2013

Experiencia.

Dicen que somos libres, que no nos esclaviza nada, podemos llevar la vida que queramos y hacer lo que sea. Se escucha por todos lados: LIBERTAD de expresión, LIBERTAD de opinión, LIBERTAD para todos. Pero hay momentos, pequeños detalles, que muestran lo esclavos que somos, esclavos de nuestra vida, esclavos de otros, pero aún así seguimos diciendo, orgullosos, que somos libres, un país libre y sin esclavos. ¿Pero es eso cierto?

Hoy vengo, después de esta experiencia a contaros, a demostraros, que no somos tan libres como creemos. . . Somos esclavos de cosas que no nos parecen importantes, pero sin embargo son las que más nos esclavizan cada día. Gracias a este experimento al que me he sometido, he aprendido que todos somos esclavos, ESCLAVOS DE LA HORA.

Que un simple reloj nos esclavice demuestra el ingenio de nuestra razón: construir un aparato que nos vaya a esclavizar para el resto de nuestros días. Suena un poco irónico que unas simples manecillas marquen lo que debemos hacer en cada momento, pero sin embargo así lo hacen.
Para llevar a cabo este experimento decidí estar todo un día sin reloj, pero no solo eso sino que no podría saber la hora exacta en cada momento.
Pensé que iba a ser sencillo, que bah! que la hora no era tan importante, pero no pasó ni un minuto desde que me habían entregado mi experiencia (ni siquiera había comenzado a someterme al experimento) miré mi reloj.

Además me acuerdo, ese día llevaba mi reloj rosa, marca Marea, situado en mi muñeca izquierda, perfecto para poder observarlo aunque estuviese escribiendo (soy diestra), se sujetaba perfectamente a mi muñeca, vistiéndola, no se caía si movía el brazo, pero tampoco me apretaba. Perfecto, con sus manecillas que marcaban la hora, el minuto y acompasadamente sonaban los segundo en un tic tac continuo y sin pausa.

A pesar de tener que abandonar y engañar a mi reloj por un día, decidí someterme a la prueba. El martes 19 de febrero de 2013 decidí aguantar una mañana entera (porque el día completo lo lo logré, a parte tenía clases de inglés y para estudiar necesitaba saber la hora), sin saber el momento exacto en el que vivía. Tan solo podía orientarme por los timbres del instituto, cosa que ya me parecía demasiado, pero pronto comprobaría que no eran suficientes.

Ese día me levanté y rompí mi propósito, tuve que mirar el despertador al levantarme, y como mi casa parce una relojería (hay relojes marcando la hora por todos lados) miré la hora tres veces en el transcurso de media hora.. que es lo que tardé desde que me levanté hasta que me marché a clase.

Cuando ya salí de mi casa, con mi muñeca desnuda, sin protección, abandonada de ningún complemento útil de tiempo, ya no sabía que hora era, sabía que debían ser entre las 8:15 y las 8:30 de la mañana pero ese cuarto de hora de diferencia me hacía estar inquieta, no saber si iba a llegar temprano a clase o me iba a encontrar con que allí no había nadie. . . Pero corrí ese riesgo.

Llegué al instituto y efectivamente no llegué a la hora de siempre, bueno, en el momento de siempre, no sé a que hora llegué (ya que en eso consiste la prueba), pero era mucho más temprano de lo habitual. Estuve esperando hasta que empezó a llegar gente y tiempo más tarde sonó el timbre y supe la hora: 8:30
Al ser martes teníamos educación física donde estuvimos dos horas bailando chachachá como unos profesionales (bueno quizás no tan profesionales), y tan solo eché en falta mi maravilloso reloj dos veces cuando ya me encontraba algo cansada. Sonó el timbre anunciando el recreo y volví a saber la hora: 10:30
Cada vez que el maldito timbre sonaba me sentía libre, feliz, pero aún así echaba de menos ver los números y las manecillas colocados en mi muñeca. Pronto llegó la tercera hora, francés, y bueno que contaros, estuvimos dando clase, haciendo ejercicios y mi muñeca me pedía que la observase, pero yo (telepáticamente, no creáis que estoy loca ni mucho menos) le decía que no me servía de nada observarla, que no me iba a dar ninguna información y que no merecía la pena. . .

Bueno, pues así siguió transcurriendo el tiempo, pasó la clase de lengua, el segundo recreo, CMC, y finalmente dibujo técnico. Yo iba apuntando en la mesa, en mi mano, en cualquier lado cada vez que el mono de mirar el reloj me invadía, y así poco a poco, un tras otro, llegué a apuntar 17 veces nada más y nada menos.
Al principio hasta me asusté un poco al comprobar mis resultados, comprobé que estaba muy muy enganchada a la hora, como si fuese una droga. . . totalmente esclava de ella, por lo que dejé de someterme a la prueba, ya que me pareció suficiente lo que había experiementado esa mañana.

Y bueno, que más contaros, la sensación que tienes es de duda continua, no sabes cuanto tiempo queda para lo próximo que tienes que hacer, el tiempo que llevas haciendo algo. . . Cuando no tienes reloj, el transcurso del tiempo es totalmente subjetivo, lo que te gusta pasa rápido, lo que no, es eterno.
Muchos pensarán que soy una exagerada que ellos no miran tanto la hora, yo tampoco lo sabía, pensé que miraba la hora de manera normal no una media de casi cuatro veces por hora. . . Para comprobarlo, solo os propongo que estéis un día entero sin saber nada de la hora, y lo peor: que tengáis planes con una hora marcada pero no sepáis la hora que es. . . Eso es lo que más agobia, porque no es culpa nuestra ser esclavos de ella, es que TODO en este mundo está dictado por ella. . . Y eso nos conlleva a volvernos adictos. Así que ya sabéis, no nos dejan ser libres sin hora, nos lo proponen de forma de vida y lo tenemos que aceptar.

Así que mientras mi muñeca está vestida con su bello reloj perfectamente colocado y ajustado, yo observo la hora 18:14 de un domingo 24 de Febrero de 2013, mientras mis dedos acompasados acaban de escribir esta historia.


sábado, 23 de febrero de 2013

Finlandia

Como todo el mundo en algún momento habrá oído  Finlandia ha obtenido unos resultado asombrosos en educación en los últimos informes PISA desde 2000.
La cuestión es "¿qué es lo que hace que la educación en Finlandia sea diferente u muchísimo mejor que el resto de países?"

Para ello, muchos países han investigado sobre el asunto y se han hecho estudios para ver las diferencias respecto a los demás sistemas de educación.
en los resultados se ha observado lo siguiente:


Los niños, cuando son pequeños son educados con el mismo profesor, y poco a poco aumenta el número de profesores que le dan clase.

La educación es gratuita desde preescolar hasta la universidad.

Comienzan el colegio a los 6, 7 años, y antes han cursado preescolar o han recibido como única educación la de su casa. A parte de comenzar más tarde sus estudios, los dos primeros años de clase solo reciben 4 ó 5 horas diarias, dedicando el resto a jugar y relacionarse con otros niños. Y casi apenas tienen deberes para hacer en casa.

Todos los niños finlandeses reciben la misma educación, sin ser separados por la clase social, nivel intelectual ni nada.

Reciben materiales, libros, ordenadores, etc, de manera gratuita para ayudarlos durante su periodo de escolarización.

Una de las mayores características es que la educación recae sobre tres pilares: la escuela, los recursos socioculturales (como serían museos, bibliotecas, etc, que se encuentren por la zona de la escuela), y el tercer pilar, y quizás el más importante: la familia.    

Los alumnos no realizan exámenes hasta casi bachillerato.


Se sabe con claridad que menos del 8% de los estudiantes finlandeses abandonan sus estudios obligatorios. (Aquí en España 1 de cada 3 alumnos no acaban secundaria).


Planteados estos puntos que no se distancian demasiado al resto de sistemas educativos del mundo, surge una duda esencial: ¿cómo es que los finlandeses estudiando menos años, menos horas, sin exámenes y con prácticamente las mismas características que el resto, obtienen unos resultados educativos tan asombrosos?
Para ello hay que ver ciertos factores que también influyen, y quizás más de lo que podría parecer en un principio:

▬ El profesor.
Para mi punto de vista, este es el factor esencial que marca la diferencia entre el resto de países y Finlandia. Para poder estudiar medicina en este país, se requiere tener una nota de estudios casi máxima, para ser maestro habría que hacer los mismos méritos que para ser médico aquí en España. Para los finlandeses ser maestro no es una opción que siempre existe cuando no encuentras trabajo, para ellos es una carrera universitaria de las más difíciles y costosas.
Eso hace que solo puedan ser profesores aquellos que realmente tienen esa vocación, y al requerir un nivel de conocimientos elevado, hace que a la hora de enseñar estén muy bien preparados. Es más, solo los más brillantes de la carrera pueden aspirar a ser profesores de infantil, ya que para ellos los primeros años de educación son los más importantes.

A parte de todo eso, el profesor no se limita a trasmitir información a un grupo de alumnos que observan y escuchan, sino que deben enseñar a sus alumnos a cómo pensar. En algunos programas que he visto, como el que he puesto a continuación, explican que por ejemplo,el profesor de matemáticas no explica el teorema de Pitágoras, sino que incita a los niños a descubrirlo.

Todo ello, hace que los alumnos tengan ganas de aprender solo por saber más cosas de su vida y de su entorno, no por el hecho de que pueden suspender y repetir curso, eso hace que estén a gusto yendo a clase y aprendiendo cosas que le van a servir en un futuro.

Hay más características que muestran como la escuela finlandesa se asemeja a la nuestra, pero a la vez queda muy lejos.
Creo que la diferencia no se basa solo en cambiar el sistema, sino en cambiar la mentalidad. Si vas al colegio a estudiar por obligación, sin ganas y encima allí no te motivan a continuar  muchos no aguantarán y abandonarán. Pero, en cambio, si vas con ganas, tienes la motivación y te premian tu esfuerzo, seguro que muchas cosas cambiarían en el sentido de ver los estudios no como algo aburrido y obligatorio, sino como superación personal.


Aquí más o menos quedan planteadas las características que diferencian a Finlandia en lo más alto de los informes, como gran potencia de la educación, pero si quieren, en este vídeo se muestra con total claridad el sistema educativo finlandés.








domingo, 17 de febrero de 2013

Receta de la feliz educación

Receta de la feliz educación

Para hacer esta receta son importantes ciertos ingredientes que no deben faltar. En el caso de que falten deberían reponerse o dejar esta receta a un lado, ya que en ese caso el resultado puede ocasionar desastre, o algo que no es lo esperado.

Introzuca en el bol (instituto) un puñado de maestros motivados, a los que les guste dar sus clases y no vayan obligados.

 Añádele a la masa un kilo de estudiantes animados, con ganas de estudiar, y que no todo lo que digan son quejas y pegas.

Remueva bien la masa para que todo se recoloque adecuadamente en su sitio y quede organizado. Tras eso amase bien utilizando clases amenas y participativas en las que no solo sea el profesor en el hable todo el tiempo, sino que todos puedan participar de ella.

Opcionalmente pueden añadirse materiales variados, complementarios al lapiz y papel de siempre, de manera que las clases no se vuelvan monótonas y siempre lo mismo. Por ejemplo: videos, ordenadores, cartulinas, pinturas, etc.

Y por ultimo y más importante es OBLIGATORIO añadir una sonrisa en la cara de todos, que se mantuviese SIEMPRE. Y que no se quitase aunque hubiese que quejarse, siempre acompañada de educación ante todo, para que la convivencia de cada día sea agradable y que todo el mundo irradiara confianza de manera que aquellos que llegan nuevos se sientan como en casa.

Si se han seguido los pasos adecuadamente y ninguno de los ingredientes es defectuoso, debería salir estupendamente haciendo que las clases no fuesen algo aburrido que desearas que pasase.